viernes , noviembre 28 2025

Mascotas seguras en el ascensor: convivencia tranquila para humanos y peludos

Compartir el ascensor con mascotas puede ser una experiencia sencilla y agradable si se establecen rutinas claras y se respetan a todos los usuarios. Los animales no entienden de normas de comunidad, pero sí de hábitos y señales. La meta es que cada viaje sea breve, previsible y sin sobresaltos, cuidando el bienestar del animal, la seguridad de las personas y la buena convivencia del edificio.

Antes de entrar, es importante hacer una pequeña pausa para que la mascota baje la excitación. Unos segundos de quietud frente a la puerta ayudan a evitar tirones y entradas bruscas. Las correas deben ser cortas y controladas; las extensibles conviene bloquearlas para que no queden atravesadas en el umbral. Si la mascota es pequeña y está acostumbrada, llevarla en brazos o en coches reduce el riesgo de enganches y da más tranquilidad a quienes comparten la cabina. Cuando se abren las puertas, primero se deja salir a quienes están adentro y recién después se ingresa, ubicando al animal al fondo o junto al acompañante, con las patas lejos del cierre para prevenir pellizcos.

La convivencia con vecinos requiere tacto. Si hay personas que temen a los animales, ofrecer el siguiente viaje o mantener la mayor distancia posible dentro de la cabina es un gesto valioso. En el caso de perros reactivos o muy curiosos, lo mejor es colocarlos de costado, con la atención dirigida al guía y refuerzos calmados mediante caricias o premios. Evitar el contacto nariz a nariz con otros perros en espacios reducidos reduce tensiones. Si sube otra mascota, es preferible mantener posiciones opuestas y sin cruces de mirada prolongada. La etiqueta también incluye no permitir que el animal suba a personas, no olisquee bolsas o cochecitos y no se acerque a sillas de ruedas o bastones sin permiso.

La seguridad técnica es simple y efectiva si se vuelve hábito. Las manos, colas, bigotes y correas deben mantenerse lejos de las hojas de la puerta; nunca se frena el cierre con el cuerpo del animal ni con el pie del guía. Si la cabina se detiene, se permanece dentro, se usa el intercomunicador y se espera asistencia sin intentar forzar la salida. En emergencias como incendio o sismo, no se utiliza el ascensor: el traslado debe ser por escaleras, con el animal asegurado y sin soltar la correa.

La adaptación al ascensor se enseña en pasos cortos. Primero se trabajan acercamientos tranquilos a la puerta, luego entradas y salidas sin prisa, más tarde estancias breves dentro de la cabina con puertas abiertas, y finalmente viajes cortos. Reforzar cada progreso con voz suave y premios crea asociaciones positivas y reduce miedos. Si el animal muestra señales de estrés como jadeo intenso, temblores o resistencia a entrar, conviene retroceder un paso en el entrenamiento y avanzar de nuevo con paciencia.

La higiene y el respeto por los demás consolidan la buena convivencia. Si ocurre un accidente, se limpia de inmediato y se informa a la administración si se requiere desinfección adicional. Las normas internas del edificio sobre uso de bozal, horarios o limitaciones de tamaño deben conocerse y cumplirse, porque dan previsibilidad a todos.

Un ascensor bien mantenido, un guía atento y una mascota educada forman la combinación perfecta. Con rutinas consistentes, señales claras y consideración por los vecinos, cada trayecto se transforma en un momento breve de confianza compartida, donde la seguridad y el afecto van de la mano.

Acerca de José Luis Gutiérrez

José Luis Gutiérrez es Prevencionista de Riesgos, experto en Comunicaciones Digitales y Redes Sociales. Su trayectoria está fuertemente asociada a la gestión de medios de comunicación multiformato como editor de contenidos, copywriting, producción audiovisual y podcast.

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