
Los ascensores forman parte de la vida cotidiana y, usados correctamente, son uno de los medios de transporte más seguros. Sin embargo, cuando hay niños, la seguridad depende menos de la tecnología y más de los hábitos que los adultos fomentan: acompañar, observar y enseñar con paciencia. La mayoría de los accidentes leves se produce por curiosidad o descuido, no por fallas del sistema.
Desde pequeños, los niños deben aprender que las puertas no se empujan ni se detienen con las manos, pies o mochilas, y que siempre hay que esperar a que se abran por completo antes de entrar o salir. Es importante dejar bajar a quienes vienen dentro, ingresar con calma y no correr hacia la cabina. Si está llena, es mejor esperar el siguiente viaje. Los menores de siete años deben ir siempre acompañados y los mayores pueden ganar autonomía de forma gradual, practicando trayectos cortos y seguros.
La educación práctica es clave. Convertir el uso del ascensor en una rutina de pasos claros ayuda a crear memoria: esperar, mirar, entrar, ubicarse al fondo, mantener las manos lejos de las puertas y salir sin empujar. También es útil explicar el sentido de cada acción. Cuando comprenden el porqué, los niños actúan con más cuidado. Es fundamental reforzar que saltar dentro de la cabina o jugar con los botones no solo es peligroso, sino que puede activar sensores y detener el equipo.
El botón de emergencia debe conocerse, pero no usarse sin motivo. Si el ascensor se detiene, lo correcto es permanecer dentro, pulsar la alarma o el intercomunicador y esperar ayuda. Nunca se deben forzar las puertas ni intentar salir por el techo o el pasadizo. Las mochilas, bufandas y correas de mascotas deben mantenerse cerca del cuerpo, y los cochecitos entrar de frente con el freno activado. La cortesía también protege: dejar espacio a personas con movilidad reducida y no accionar el cierre hasta que estén dentro.
Las señales de mal funcionamiento —puertas que golpean, desniveles o ruidos inusuales— deben reportarse y el ascensor debe quedar fuera de servicio hasta su revisión. En emergencias como incendios o sismos, no se debe usar el ascensor; explicarlo con calma evita reacciones impulsivas.
La seguridad infantil en ascensores se construye con mantenimiento responsable, educación constante y atención cotidiana. Un niño que conoce las normas viaja tranquilo, y una comunidad que enseña y cuida convierte cada trayecto en una experiencia segura, respetuosa y confiable.
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