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Vinculación Familiar al Transporte Vertical
La vinculación familiar de Marta Harnecker Cerda, con el Transporte Vertical está dada por sus lazos familiares: era hija de Germán Harnecker Jenscke y de Inés Cerda Sanz y a la vez nieta de don Luis Harnecker von Kretschmann, el ingeniero chileno que trajo a nuestro país la marca suiza de ascensores SCHINDLER -siendo su representante exclusivo-.
El padre de don Luis era descendiente directo de los primeros Harnecker que arribaron a Chile en el marco de la inmigración alemana para colonizar el sur de nuestro país. La familia Harnecker desde el año 1915, mediante su empresa familiar, por más de 75 años instaló y mantuvo ascensores, montacargas y escaleras mecánicas de la marca suiza a lo largo y ancho de nuestra patria. Esta empresa familiar logró un lugar de privilegio en el mercado nacional y muchas de sus instalaciones están o han estado en edificaciones emblemáticas, como el primer rascacielos de Santiago, el primer edificio de estacionamientos de automóviles, el Hospital San Juan de Dios, el significativo edificio del Instituto Nacional y un largo etcétera.
Encuentro con dirigentes sindicales del sector
Durante la década de los años 90 el Sindicato N° 2 Harnecker Schindler Ascensores, arrendaba una oficina en el Edificio Ariztia de la calle Nueva York N° 52, reconocido por arquitectos e historiadores como el primer rascacielos de Chile, este edificio más alto entre los años 1921 – 1928 lo reemplazo otro edificio en el mismo sector: Edificio del Seguro Obrero.
Coincidiendo con una estadía de la destacada intelectual chilena -vinculada desde joven al movimiento de la Juventud Estudiantil Católica (JEC) y después al sector político de la izquierda nacional y latinoamericana-, los dirigentes sindicales de ese tiempo tomaron contacto con ella, quién accedió a materializar un breve programa consistente en compartir un almuerzo y visitar la oficina sindical.
“Almorzamos en el recordado restaurant “Las Delicias de Quirihue” y posteriormentenos dirigimos a la oficina sindical del quinto piso del ya mencionado edificio”
El sector respira el aire del casco antiguo de la ciudad y aletean trazos de una historia aún no escrita acerca de los orígenes del Transporte Vertical en Chile, en efecto, se atribuye que en el denominado rascacielos de Santiago (Edificio Ariztia, hoy recuperado), funcionaron los primeros ascensores de oficinas, originalmente de la marca OTIS, dos de ellos fueron reemplazados por ascensores SCHINDLER, en la década de los años 60 y tenían sistema Ward Leonard; se mantuvo el antiguo montacargas OTIS, que aparte de sus funciones habituales fue muy utilizado -dada sus características- para realizar innumerables spot publicitarios. Significativo es el entorno de este barrio por sus construcciones clásicas como La Bolsa de Comercio de Santiago y el Club de la Unión, pero más significativo resulta ser que en un edificio aledaño de la misma calle Nueva York funcionaba la oficina de patentes que tenía el abuelo de Marta Harnecker, oficina donde más de algún trabajador de ascensor de generaciones anteriores a las nuestras, firmó un contrato para trabajar en el rubro de la industria de elevación en Chile.
Nuestra oficina, tenía en ese entonces los retratos del padre y abuelo de Marta Harnecker, hecho vinculante para tener una extensa charla con quiénes éramos dirigentes sindicales por ese entonces, nos manifestó sus preocupaciones por la situación de las capas sociales más desprotegidas de la sociedad y por la formación político-social de los trabajadores a nivel mundial y percibió el testimonio nuestro acerca de la buena imagen que teníamos de sus antepasados familiares; en particular nos habló cuando desde muy joven veía llegar a su padre Germán vestido con overol a su casa -después de haber participado con los trabajadores de la empresa en alguna instalación compleja-, esas vivencias la motivaron a cultivar un compromiso con los trabajadores y una opción por los pobres de su patria, opción que reafirmo en sus años de estudiante universitaria.
Su contribución más popular y accesible en este campo se tradujo en la obra “Cuadernos de Educación Popular”, escrita en colaboración con Gabriela Uribe y editada por Quimantú. Estos cuadernillos fueron una suerte de manual para entender las nociones básicas de marxismo, mediante ellos se transformó en una icono de la izquierda latinoamericana, tal es así, que la lectura de estos cuadernillos resultó obligatoria para quiénes entraban a militar en cualquiera de los innumerables partidos de izquierda declarados adherentes a la ideología de Carlos Marx.
Partida definitiva
Hace un año atrás, el 15 de junio de 2019, Marta Harnecker falleció en la ciudad de Vancouver, Canadá. Su lucha contra el cáncer le doblego definidamente con 82 años a cuestas, siempre mantuvo la comunicación con su terruño mediante correos enviados a sus amigos chilenos, dándoles cuenta de la evolución de su enfermedad terminal.
1 de diciembre de 2018
Esta vez decidí no ir a la clínica, porque he estado relativamente mejor. La gente en Cuba me encontró mucho mejor. El pelo me ha salido una mezcla de gris con blanco. Muy feo. La peluca me salva. Empecé a comer normal. Es increíble cómo de un día para otro ya puedo tragar sin tener que masticar hasta el final.
Marta.
Del encuentro con esos dirigentes sindicales quedaron registros fotográficos que algún día develaremos para el conocimiento de las futuras generaciones de trabajadores de ascensores en Chile y cosa muy curiosa, con un año de desface, el número 82 aparece signando la desaparición física de Marta Harnecker, vinculada familiarmente al Transporte Vertical de nuestro país y el mismo número 82 marca el recuerdo este 22 de junio de 2020, de la fundación -también icónica- organización histórica de los trabajadores de ascensores en nuestra patria.
Volviendo al recuerdo estampado en estas páginas, esa vez conducimos a Marta Harnecker hasta el primer piso del edificio, no aceptó mayor acompañamiento de nosotros y se fue sola, respetamos su decisión, y quién escribe este artículo esbozó la siguiente reflexión:
“La vi alejarse por la calle Nueva York hacia la Alameda, alta como una gacela urbana que miraba frecuentemente los edificios del entorno, caminaba desapercibida entre los transeúntes de esas horas, seguramente con una alegría interna y reconociendo en la intimidad de su ser, que su abuelo y padre habían contribuido a crear una empresa del Transporte Vertical, la que contó con el reconocimiento de miles de clientes y el respeto de los trabajadores empleados allí”.